martes, 3 de marzo de 2009

DOS HOMBRES Y UN DESTINO

¿Vidas paralelas? Él era un hombre sonriente, afable, extrovertido. Durante toda la vida, estuvo trabajando hasta llegar a un puesto importante: fue, casi, casi, su propio jefe. Luego, una vez jubilado, decidió hacer lo que antes no había podido, estudiar. Y así, año tras año, visita tras visita, me enseñaba sus trabajos entusiasmado y hablábamos de política, coches, literatura, últimamente de filosofía. Leía casi todo lo que caía en sus manos. Para mí siempre tuvo un gesto cariñoso, una palabra bonita, una actitud cálida que yo agradecí en mis primeros tiempos gélidos en casa de los Rogers. Siempre apegado a su familia, siempre de la mano de su mujer, siempre contento y hacendoso. La vida nos lo quitó hace más de un mes, de sopetón, sin darnos tiempo apenas a una última despedida sin saber que era la última: "Dales un beso a tus padres", fue lo último que escuché de sus labios.

Él es un hombre taciturno, frío, callado; un hombre del norte. Durante toda la vida, estuvo trabajando, pero nunca llegó a un puesto importante: intentó ser su propio jefe y acabó su vida laboral como la había empezado, de empleado más bajo. Luego, una vez jubilado, decidió hacer lo mismo que hacía antes en su tiempo de ocio. Y así fue, hasta que llegaron los achaques y, sobre todo la Enfermedad. Quizá coartado por la actitud de mi madre, para mí apenas tuvo gestos cariñosos ni palabras bonitas, siempre guardó las distancias y fue gruñón. Despegado de su familia, peleado con su mujer, siempre al margen de todo. La vida nos lo devolvió hace dos años y medio, cuando el Alzheimer le hizo empezar a sonreír, ir de nuestra mano, mirarnos con ojos de gratitud.

La genética, en definitiva, no es una condena, es algo de lo que estar orgulloso.

"Ahora recuerdo tu cara / tu fantasma quiere hablar / y junto a mi está en la cama / pero calor no me da".


"El viejo envejeció / Llegó el retiro como un haz de metal / a cortar lo que fue / sin darse cuenta él / se le fue /y ahora qué sabe hacer".

2 comentarios:

Capitán América dijo...

Los Rogers y los parientes de la Araña Reportera no tienen demasiado que ver, sobre todo por los ánimos que flotan sobre ellos. En un caso es un ánimo alegre y en el otro es depresivo profundo. Aunque es cierto que en las desgracias todo el mundo se une y las personas pasan a compartir algo. De todos modos esperemos que para el padre de mi querida Araña todo vaya de la manera más relajada posible y que el resto de su vida transcurra, al menos, apacible.

Anónimo dijo...

El Pirata Robert navega con su flamante navío de 14 metros, con muchos años, con muchas batallas, con heridas de mil combates. Su nave la adquirió en unos astilleros británicos, fue realizado con una madera de mucha densidad, tosca, ruda. Con estas características la navegación ha sido, en algunos momentos, caótica. La tripulación, con más voluntad que profesionalidad, lo ha guiado por anchos mares, sorteando los peligros, cometiendo errores...El Pirata se ha desesperado en numerosas ocasiones, ha renegado de su barco, ha renegado de su tripulación, ha renegado de su mala suerte. El Pirata quiere a su barco, quiere a su tripulación. Los años pasan, los acontecimientos se suceden, recalan en puertos para reparar averías, para reparar elementos mal construidos. Un buen día coincide con la nave de otro compañero de aventuras. Es, aparentemente, igual. De la misma época, con, casi, los mismos años. Es una nave más elegante, con una proa trawler de diseño alegre, una popa serena y un velamen tipo marconi. El Pirata la mira con admiración y emulación. Mira la propia, compara y duda. Las cicatrices son las mismas que las de su nave. El Pirata quiere a su nave, la otra tiene otras batallas.



"Que mientras sueño para ti una palma, y al porvenir caminas, no más se oprimirá de angustia el alma cuando contemple en la callada calma la majestad solemne de tus ruinas"