lunes, 19 de enero de 2009

CORRECCIONES

Las monjas me educaron fatal. Había llegado a esa conclusión hace mucho tiempo, y ahora me doy cuenta de que sus enseñanzas, sus voces, sus palabras, siguen resonando, incluso puestas en los sonidos que emiten otras personas. Entonces, resultaba terrorífico: comentaban en alto, delante de todas las compañeras, el resultado de tu examen, cómo habías dado la lección o lo bien que se le hubiera dado ese problema a tu hermana (y no a ti). Hoy, las correcciones llegan de otra manera y por otro lado, pero con las mismas palabras, la misma mierda, y haciéndome sentir igual, como una piltrafa.
Hoy me sucedió, pongamos un ejemplo escolar, que pensaba que tenía un examen de lengua y resulta que era uno de literatura. Y, claro, las respuestas a las preguntas estaban mal y es que nadie me dijo que en realidad el control era sobre Cernuda y no sobre... los pronombres. Pero no, ¡tendría que haberlo sabido!
¿Mande?
En fin. Mundo monjil non stop.

"Me costó poco aprender qué bajo se puede caer / y cuando acabó la lección no quedaba nada / nada a salvo a mí alrededor".