martes, 18 de diciembre de 2007

DESCARGA DIRECTA

De ansiedades. La Mujer Que Se Cree Invisible descargó hoy unas cuantas. ¿Se quedó a gusto? Quizás no, creo que se quedó a medias. Aprendí una lección: siempre me preocupo de atrapar en mis redes a la gente, y muchas veces es la gente la que me atrapa a mí. Me atrapa con sus palabras, y me atrapa con sus gestos; me atrapa de una forma cálida, me abriga y rodea, me protege.
Ella cuenta conmigo, no hasta 1 ni hasta 100, sino cuenta conmigo. Yo cuento con ella. Por eso se cree invisible, pero no lo es.
En el fondo todos tenemos nuestras manías, frikismos y psicopatías. Nuestras preocupaciones y maneras de solucionarlo. Una mujer leía hoy en el metro un libro titulado: "Ayúdenme, siento estrés". Mi visión arácnida y peroscópica bien entrenada en Metro de Madrid (vuela) me llevó a curiosear el contenido del tecto. Oraciones. Oraciones religiosas. Cada uno se descarga como puede.
Yo espero a las vacaciones.
"Y la paria en la burbuja inmobiliaria".

domingo, 16 de diciembre de 2007

MEDICINA PARA EL ALMA

Y para el cerebro. Demasiadas desconexiones en un solo año. Mi cabeza arácnida se ha detenido este 2007 demasiadas veces, ha decidido, como si fuera un ordenador, colgarse a la espera de que algo... quizás una medicina... lo resetee. En fin. Mis neuronas son como una mala conexión de una casa mal hecha. Para ellas existe medicina, para el alma no.
Sólo sirve el tiempo y la ayuda de buenos amigos. Capitán América, siempre a mi lado en la cueva arácnida; el pirata Roberts, que desde su goleta enciende a menudo hogueras para recordarme que siempre está ahí; Hulka, que aunque se ponga verde, o marrón, o de todos los colores, y aunque a veces le pierda el genio, es una heroína de gran fortaleza; la Mujer Que Se Cree Invisible pero no lo es; Mazinger Z, que últimamente es Z de zarrapastroso...
"Y sólo en mis amigos puedo confiar".

jueves, 29 de noviembre de 2007

BORDEANDO EL PRECIPICIO

Negro. Mi traje arácnido se ha vuelto negro, como el de mi colega Spiderman. Mi identidad arácnida está confusa y ahora no me apetece saltar de un rascacielos a otro, ni tampoco atrapar a nadie con mis telarañas.
Estoy bordeando el precipicio hacia ninguna parte...
Me pregunto cómo se puede detener la tristeza. ¿Una señal de Stop? ¿Un pensamiento positivo? ¿Un botón de la máquina de Psicoman? No sé siquiera si esto se puede parar.
Me siento como Jimmy en los acantilados de Brighton. Cansada, desilusionada, rota, un poco harta, decepcionada de muchas cosas y sin ganas de nada. Empiezo de nuevo a plantearme algunos aspectos pero sobre todo a verlo negro, negro...
...como mi traje arácnido.
"Su adicción a la tristeza/que me duele más que nada".

sábado, 24 de noviembre de 2007

CLASES... ¿SUPERIORES?

Me pregunto yo si ese comportamiento les hará felices. Visten su ropa de sedas, rasos y terciopelos; caminan erguidos rozando la altivez; sus bocas se llenan de sonrisas extremas y de palabras cordiales. Son una clase que, con ese protocolo, se sienten superiores. Eso pensaba yo el miércoles pasado, mezclada en ese mundo, analizándolo con mi mente arácnida.
Todo es una gran comedia en la que cada uno juega un papel: el soberbio militar, el todopoderoso cura, los padres abnegados, los hijos supuestamente modernos, los amigos revolu-reac-cionarios. Hombres y mujeres mezclados, el cuchillo y el tenedor adecuado, la manera de tomar una crema, el silencio ante las palabras del sacerdote, menudas gilipolleces.
En el fondo no se dan cuenta de que son esclavos de su propia clase social. Son esclavos de las palabras y de los gestos; de las actitudes, las miradas y los gestos. Las clases más altas son las más esclavas.
"Los primeros serán los últimos en el reino de los cielos".

sábado, 17 de noviembre de 2007

SOBORNO

Atrapada por mi moral. Y, por fin, llegó el momento de comprarme. Comprar mi cabreo, comprar mi manera de pensar, comprar mi moral. "Te damos un premio". Callarme la boca, obligarme de alguna forma a no protestar porque aquel esfuerzo se vio recompensado. Un sobreesfuerzo provocado por las mierdas del empresario, ese que hoy quiere ofrecerme un regalo salpicado de más mierda, de la que intenta manchar el esfuerzo de un equipo por la ausencia de un compañero.
Toma tu azucarillo y conténtate. La cucaracha intenta atrapar a la araña, el duende verde le pone una trampa a Spiderwoman, la araña se da cuenta de lo que hay detrás. Toma este regalo y calla. No recompensaremos a tus compañeros pero a ti sí, has sido la elegida. Esta tarde mentiremos a nuestro cliente pero tu calla y vete a casa con tu premio.
No. No voy a arrodillarme, a agachar la cerviz, a comer la zanahoria como si fuera un burrito.
"Más vale morir de pie que vivir de rodillas".

viernes, 2 de noviembre de 2007

ÓRDENES DE DIOS

Violencia doméstica. Cada día las noticias nos recuerdan cómo hay parejas que viven en una dura condena de amor que muchas veces les lleva a la muerte. El pasado lunes, un hombre de un pueblo de Murcia atacó a su mujer con un cuchillo de 25 cm de hoja. Una verdadera katana. Ella salvó su vida pero probablemente no su psique, como el hijo de la pareja, que recibió un buen corte intentando rescatar a su madre.
Cuando llegó la policía, el hombre explicó que "había recibido órdenes de Dios de matarla".
¿Qué tipo de dios es este que es capaz de meterse en la cabeza de una persona para incitar al asesinato? La religión te lava completamente el cerebro. De repente, estás preso de unas creencias que te obligan a ser de una forma determinada, te cercena tu libertad con una katana de evangelios. Y, además, es tan poderosa, que aún y todo te sientes reconfortado. Gracias a Dios que yo dejé de creer a tiempo de no convertirme en una integrista.
P.D. Hoy voy a ver "Jesucristo Superstar". Espero que, a la salida, no me den ganas de matar a nadie.

viernes, 26 de octubre de 2007

LA SONRISA

Ocurrió el pasado 16 de octubre, a las 8.30 de la mañana, en el Metro de Madrid, en esos vagones de falso brillo donde se apelotonan los viajeros por falta de trenes.
Es un espectáculo mirar la gente que te rodea. Unos, dormidos, hacen fuerza con la cabeza para no caerse encima del que va sentado al lado. Otros leen su periódico o su libro haciendo todo tipo de equilibrios para pasar la página sin clavarle el codo a alguien. Otros llevan una cara horrible, que mezcla la resignación y el enfado, por estar dirigiéndose a un trabajo que les disgusta pero que no tienen más remedio que aceptar. Luego están las señoras que, por tener cincuenta y..., el pelo cardado y bastantes kilos de más, comienzan a carraspear irónicamente porque consideran que deberías dejarles el asiento. Y los abuelos que miran a las joventitas (y a los jovencitos) ya sin descaro. Entre todos esos tipos, algo coincide: las malas caras, las de sueño, las de fastidio... Se ha dormido poco, se va al trabajo mal, hay demasiadas preocupaciones...
En este análisis arácnido estaba yo cuando, de pronto, una marabunta de gente se bajó y mi vagón, en el que por cierto conseguí sentarme, se quedó medio vacío. Y, también de pronto, apareció ante mí un rostro totalmente diferente, el del chico sentado justo frente a mí. Era un chaval de treinta y..., con un traje de chaqueta mal cortado, de los baratos de oficinista, y una corbata probablemente de Zara. El chico tenía una sonrisa enorme en su boca, un rostro totalmente despejado, una cara alegre y risueña que miraba hacia abajo.
"Y a este humano, ¿qué le pasa?", pensé. La respuesta estaba apenas unos centímetros bajo su barbilla. Iba jugando con una PSP.
Todas las personas son iguales: a todos nos queda un resquicio para sonreír. Y todos los de mi generación somos iguales. Hemos crecido ya en un mundo prehistóricamente digital de los jueguecitos de Nintendo y los Spectrum, y volver a ser un niño, aunque sea sólo en los escasos minutos que dura un trayecto de metro.
"Me siento solo y a la vez perdido, solo porque me has sonreído, y pido...
volver a ser un niño"