viernes, 26 de octubre de 2007

LA SONRISA

Ocurrió el pasado 16 de octubre, a las 8.30 de la mañana, en el Metro de Madrid, en esos vagones de falso brillo donde se apelotonan los viajeros por falta de trenes.
Es un espectáculo mirar la gente que te rodea. Unos, dormidos, hacen fuerza con la cabeza para no caerse encima del que va sentado al lado. Otros leen su periódico o su libro haciendo todo tipo de equilibrios para pasar la página sin clavarle el codo a alguien. Otros llevan una cara horrible, que mezcla la resignación y el enfado, por estar dirigiéndose a un trabajo que les disgusta pero que no tienen más remedio que aceptar. Luego están las señoras que, por tener cincuenta y..., el pelo cardado y bastantes kilos de más, comienzan a carraspear irónicamente porque consideran que deberías dejarles el asiento. Y los abuelos que miran a las joventitas (y a los jovencitos) ya sin descaro. Entre todos esos tipos, algo coincide: las malas caras, las de sueño, las de fastidio... Se ha dormido poco, se va al trabajo mal, hay demasiadas preocupaciones...
En este análisis arácnido estaba yo cuando, de pronto, una marabunta de gente se bajó y mi vagón, en el que por cierto conseguí sentarme, se quedó medio vacío. Y, también de pronto, apareció ante mí un rostro totalmente diferente, el del chico sentado justo frente a mí. Era un chaval de treinta y..., con un traje de chaqueta mal cortado, de los baratos de oficinista, y una corbata probablemente de Zara. El chico tenía una sonrisa enorme en su boca, un rostro totalmente despejado, una cara alegre y risueña que miraba hacia abajo.
"Y a este humano, ¿qué le pasa?", pensé. La respuesta estaba apenas unos centímetros bajo su barbilla. Iba jugando con una PSP.
Todas las personas son iguales: a todos nos queda un resquicio para sonreír. Y todos los de mi generación somos iguales. Hemos crecido ya en un mundo prehistóricamente digital de los jueguecitos de Nintendo y los Spectrum, y volver a ser un niño, aunque sea sólo en los escasos minutos que dura un trayecto de metro.
"Me siento solo y a la vez perdido, solo porque me has sonreído, y pido...
volver a ser un niño"